Crónica domingo 24 de agosto

Queridos padres, madres, abuelos, amigos y resto de peregrinos,

La penúltima etapa de nuestro camino empezaba a las 3:30 como de costumbre. En el desayuno de hoy han salido unos cruasanes rellenos de chocolate que han volado y con las pilas cargadas de azúcar hemos empezado nuestro caminar con una hora de silencio como es habitual. En ese momento, ninguno de los peregrinos imaginaba la dureza de le etapa de hoy.

El desnivel del camino ha dejado baldados a los peregrinos que han podido disfrutar de un merecido descanso en la parada, donde les esperaban el agua con hielo y los dulces propios de la peregrinación. Después de la parada, todavía quedaban 20 kilómetros para llegar. La situación invitaba al desanimo, pero estos peregrinos están hechos de hierro y amor de Dios. Ni una queja, todo sonrisas para seguir andando y ánimos de unos a otros. La lectura espiritual y el rezo del Rosario son armas poderosas y esta cercanía con el Señor y la Virgen son siempre un impulso para seguir caminando.

Hoy ha sido necesaria hacer una segunda parada. Sobre las 13:00, el equipo de intendencia se ha acercado a este segundo stop improvisado en una iglesia de pueblo, donde un simpático sacerdote nos ha abierto las puertas para ir al baño y para descansar muy cerquita de Jesús. Ahí hemos podido recargar las pilas con unos helados de hielo refrescantes, un poco de Nestea y unos vasos de agua bien fresquita. Todavía nos quedaban dos horas y media de caminar, pero los ánimos no han decaído, sino que contra todo pronóstico, las ganas de llegar a Formello pasaban por encima del agotamiento generalizado y el ritmo no ha decaído. Como estaba previsto, sobre las 16:30 y después de más de 12 horas de etapa, hemos llegado al polideportivo en el que dormimos hoy.

Para comer, hemos podido disfrutar de un arroz caldoso buenísimo que nos han preparado Isa y Laura para después disfrutar de un merecido descanso. Hoy hemos podido dormir un poco más debido al cansancio acumulado después de la etapa más dura de todas. A las 19:30, hemos tenido un rato de meditación todos juntos. La hemos tenido en el mismo polideportivo. Entre todos, hemos sacado las gradas móviles al exterior para montar un altar improvisado aprovechando como retablo la creación de Dios, un espacio sencillo, hecho entre todos, donde lo cotidiano se transforma en sagrado. También allí hemos celebrado la Santa Misa. La peregrinación es camino de fe que nos une. Entre cansancio y descanso, encontramos en la oración y la celebración de la eucaristía una fuente de fortaleza.

Hoy nos vamos a dormir más tarde y hemos decidido dejar para mañana las tareas que acostumbramos a hacer antes de ir a la cama, con la idea de hacerlas todos juntos al despertar. Mañana concluimos este camino entre Pádua y Roma, y el corazón se llena de gratitud al pensar que, tras tantos días de caminar juntos, nos reuniremos en Roma con nuestras familias y el resto de la feligresía de nuestra comunidad parroquial. En este tramo final se enciende una síntesis de lo vivido: la unidad que nos ha sostenido en cada paso, la universalidad de la Iglesia que trasciende culturas y destinos, y la confluencia de Cristo y la Virgen como pilares que guían nuestra marcha hacia la santidad, que es la verdadera meta.