Crónica final JMJ
Queridos padres:
Llevamos dos días sin crónica, pero no os penséis que os hemos abandonado. Es que la JMJ es taaaaaaaan intensa que no nos hemos podido parar a escribir. Pero aquí va el resumen de las últimas jornadas.
Empecemos por el sábado: nos despertamos a las 9 de la mañana, cosa bastante inusual entre nosotros, y después de la meditación y la Misa nos dispusimos a recoger la casa. Había que dejarla impoluta; como todas, por supuesto, pero más aún, pues es una finca preciosa donde se celebran banquetes de boda. Su dueña, Madalena, nos la prestó con una enorme generosidad y confianza en nosotros, a pesar de no conocernos de nada. La recogida fue bastante épica: no faltó el mercadillo de ropa no reclamada, ni las ansias de “meted en la mochila toda la comida que os quepa, que nunca se sabe”.
Los mossens nos llevaron a comer a un Burger (¡mimados hasta el último día!), ya cargados con nuestras mochilas en dirección al campus de la JMJ. Los empleados del Burger que han sobrevivido a nuestro pedido de 100 hamburguesas, con sus respectivas patatas, ya están preparados para cualquier cosa…
Después cogimos el tren que nos acercó lo máximo al campus y nos dispusimos a hacer a pie el último tramo. Allí ya la locura era total: masas de gente de todos los colores, con banderas de aquí y allá, cantando, gritando, riendo… y empujando un poquito para pillar un buen sitio. Pudimos llegar, no sin dificultades, a nuestro sector (B08), haciendo una cadena humana larguísima gracias a la cual no perdimos a nadie. Una vez allí, extendimos nuestras cosas por el suelo y esperamos al Papa para la vigilia de adoración eucarística.
Fue una ceremonia muy hermosa. El silencio que se formó al exponer a Nuestro Señor en la custodia es de las cosas más impresionantes que se pueden experimentar. Más de un millón de personas de rodillas, adorando a Jesús y pidiendo su gracia para todos los que estábamos allí. Esa noche el Papa nos habló de que no importan las caídas que tengamos, que el único problema sería permanecer en el suelo. Con el amor de Jesús, podemos levantarnos siempre, da igual lo graves que hayan sido nuestras faltas.
Al terminar la vigilia, hubo quien extendió su saco y se encerró en él cual gusano para dormir, pero la mayoría se fue a dar vueltas por ahí, a buscar a amigos o a hablar con gente de todos los lugares del mundo. Lo fantástico de la JMJ es que te puedes sentar a las dos de la mañana a tocar la guitarra con un grupo de mexicanos a los que no has visto en tu vida, y tan felices todos.
El domingo por la mañana nos despertó la megafonía del campus con varios temas musicales muy animados, entre los cuales el Mesías de Händel fusionado con música techno. Desconcertante pero guay. Después de la visita reglamentaria a los WC portátiles, llegó el momento de esperar al Papa.
La Santa Misa del domingo fue chulísima. Lecturas y peticiones en varios idiomas, un coro brutal y las palabras del Papa, que nos hacen tanto bien siempre. Hizo alusión al Evangelio del día, la Transfiguración: se estaba tan a gusto en la JMJ que seguramente querríamos decir, como los Apóstoles, "qué bien estamos aquí, hagamos tres tiendas". Pero la pregunta importante es ¿qué haremos a nuestro regreso? ¿Qué habrá cambiado en nosotros? ¿Qué llevaremos a nuestros hogares después de haber vivido estos días de fraternidad y de comunión?
Al acabar la Misa, deshicimos el camino del día anterior y nos recogió nuestro autobús, con el cual viajamos hasta Talavera de la Reina. Allí las madres agustinas nos acogieron, nos dieron de cenar y nos dejaron dormir en su residencia, en camas de verdad y con baños para cada tres personas. ¡No podemos creer lo que nos cuida la Providencia!
Hoy, lunes 7 de agosto, hemos amanecido en Talavera con mucha calma. Hemos celebrado la meditación y nos hemos unido a la Misa de 12h de la Basílica de la Virgen del Prado, con don Miguel, que es un sacerdote buenísimo, amigo de mn. Ferran. Después de Misa, nos hemos metido en el bus y ¡a casa!
¡Tenemos tantas ganas de veros, abrazaros y explicaros toda la aventura! Preparaos para una semana de hijos contando anécdotas non-stop (o para una semana de hijos durmiendo, eso depende del estilo de cada uno). Gracias por acompañarnos estos 40 días, gracias por las oraciones y el cariño. Os hemos tenido súper presentes, ya lo sabéis. Volvemos a casa renovados y convertidos, ojalá lo notéis en nuestro servicio, en nuestra alegría y en nuestro amor a Jesús.
Cerramos aquí el diario de crónicas, que se reabrirá, si Dios quiere, en Corea 2027. Os prometemos dos cosas: que no iremos andando ¡y que será tan espectacular como esta JMJ!