Crónica jueves 13 de julio
Las noches de esta semana son muy especiales. La luna está menguando y las estrellas se ven con una claridad extraordinaria. Imaginaos lo que es andar en la oscuridad, en silencio, todos juntos, y levantar la mirada hacia este cielo estrellado. No hay palabras para describir lo que se siente; contemplando así resulta muy fácil dirigirse al Creador.
La etapa de hoy, de 25 km, nos ha sabido a poco. Con el ritmo que estamos cogiendo, sucede que cualquier jornada inferior a los 30 km nos parece una broma… Tanto es así, que varios peregrinos han hecho corriendo el último tramo.
Al llegar tan pronto, hemos tenido un largo rato en la piscina municipal, que es una pasada: más de 3 metros de profundidad. Algunos han puesto a prueba sus pulmones estirándose en el fondo de la piscina, otros han jugado a los torpedos. Unas cuantas peregrinas se han hecho amigas de un chavalín del pueblo de unos diez años que, al enterarse de la proeza que estamos realizando, les ha preguntado: “¿Vais a Lisboa andando porque no tenéis carnet de conducir?”
La acogida por parte de la parroquia ha sido de otro nivel. El párroco, don Fernando, y su grupo de jóvenes nos han preparado una comida y una cena a las que no les faltaba ningún detalle. Hemos probado varias delicias de estas tierras; la mejor, sin duda, los miguelitos: unas maravillosas pastas de hojaldre com chocolate y crema.
En Misa, don Fernando nos ha predicado con mucho entusiasmo sobre la misión del cristiano. Nos ha hablado de no tener miedo a la llamada del Señor, porque el protagonista y el que lleva la iniciativa de cualquier vocación, sea al matrimonio o al sacerdocio, no somos nosotros sino Él. También nos ha animado a dejarnos ayudar por la Iglesia, haciendo un símil con las furgonetas que nos acompañan en la peregrinación. Del mismo modo que dejamos las mochilas dentro para caminar más ligeros, en la Iglesia podemos encontrar apoyo, alivio y acompañamiento.
Por cierto, hablando de la furgoneta: hoy las hemos vaciado y ordenado a fondo, y nos hemos asustado un pelín de lo que ha llegado a salir de dentro. La intendencia es súper ordenada y meticulosa, pero los peregrinos vamos dejando algún que otro regalito: una botella de agua, un champú extraviado, un bañador que se tiene que secar… En fin, vamos a esforzarnos por ser un poco más ordenados y que no decaiga la cosa.
A última hora, al acabar de cenar, Michelle ha soplado velas, pues hoy era su cumpleaños. Después hemos tenido un rato de tertulia y cantos, entre los cuales hemos rescatado hits como “Tengo un tractor amarillo”, muy adecuado para estas tierras. Hemos rezado después, como acostumbramos, y nos hemos metido cada cual en su saco de dormir.
¡Buenas noches, padres!