Crónica jueves 20 de julio
Hoy nos hemos levantado a las 2, con más prisa que Toretto en una autopista, sabiendo que nos esperaba un recorrido maratoniano por delante. Mn. Ferran nos había preparado una sorpresa: en vez de una hora de oración y silencio, hoy serían cuatro. A raíz de esto, Nacho Campmany ha decidido que a partir de ahora ya no quiere más sorpresas.
A pesar de que parezca inverosímil, todos los peregrinos han sobrevivido al tiempo de reflexión en perfecta afonía. Ha sido una experiencia de desierto, en la que se nos proponía encontrarnos a nosotros mismos a través de la escucha de la voz de Dios.
El balance del ejercicio ha sido positivo, aunque (como es de esperar), el hecho de caminar sin mediar palabra durante horas, a oscuras y habiéndonos despertado a una hora en la que los gallos seguían en plena fase REM; es lógico que pareciera que los miembros del rebaño de caminantes nos habíamos metido 4 ventolines con cloroformo antes de empezar a andar.
Consecuencias precarias han sido el involuntario cambio de carril de Claudia Arroyo y la cromañónica técnica de Beto Gel y Martí Ramió de destrozarse la cara a base de golpes para mantenerse despiertos. De hecho, al inicio íbamos en perfecta fila india, pero hemos terminado invadiendo toda la carretera como si de un piquete se tratara. Eso sí, en las carreteras de la Mancha a estas horas hay menos circulación que en el cuerpo de un cadáver, así que entre nuestra prudencia y nuestros ángeles de la guarda, el riesgo es 0.
Aun siendo etapa larga, la hemos completado con celeridad tras dos paradas en boxes donde Luis, Jaime y Jose Maria nos han servido agua y fruta, fresca como lluvia de verano. Episodio digno de mención es el del outfit de Martina Vitagliano, que ha llevado durante decenas de kilómetros una toalla a modo de falda para evitar quemarse las patas.
Al llegarnos, hemos gozado una ducha merecida y luego miembros de la Orden del Sacer nos han invitado a comer (incluso a venido José, el alcalde de este pueblo acogedor). El arroz con carne hecho por Germán con la ayuda de Alfonso en los fogones nos han vuelto personas de nuevo; las caras de felicidad al entrar en el comedor no tenían nada que envidiar a las que ponen los niños al entrar en la planta de juguetes del Corte Inglés.
Una coca-cola ahora significa felicidad líquida y una loncha de lomo embuchado maná del mismo cielo. El highlight del almuerzo lo protagoniza Norah González que, tras una reñida contienda, ha vencido a Luis y Jaume a la hora de engullir gambas (suficientes para reunir a todo el casting de El Espantatiburones).
La exposición y la misa la hemos tenido en la iglesia del pueblo, en la que Don José Carlos Mora nos ha dicho que somos un testimonio vivo para los pueblos por los que pasamos y nos ha animado a llegar hasta el final con una sonrisa de oreja a oreja. Al finalizar la Eucaristía hemos ido a una pequeña ermita de la Virgen de Guadalupe, por la que pasan la mayoría de peregrinos de estos lares que van al santuario que lleva el mismo nombre, para cantar una salve rociera.
La cena ha sido contundente y con un ligero toque a tristecilla, ya que nuestro proveedor oficial de catering se despide tras este último servicio. “Josep Maria Torrelles”, siempre recordaremos este nombre con una lagrimilla haciendo puenting en el párpado. Gracias por estas cenas que nos han renovado más que cualquier batido proteico, te encomendamos en cada zancada.
Y con esto termina la jornada. Buenas noches, familia. Cambio y corto.