Crónica lunes 24 de julio
La jornada de hoy ha empezado con un plotwist drástico para los peregrinos, tan inesperado como el final de Las 2 caras de la verdad y que nos ha dejado con un mal sabor de boca que podría competir con el que tienes cuando aparecen los créditos en Nightcrawler. Esto se debe a que nos han dicho, una vez ya levantados, que hoy serían 38 km en vez de 30 (así, rápido y sin anestesia).
No ha quedado otra que ponerse a caminar, equipados todos con sudaderas. En estas últimas etapas, en las que la noche extremeña se ha convertido en un congelador industrial, el abrigo se ha vuelto imprescindible si no quieres llegar con una tos de vaca agónica y dedos del tamaño de morcillas a la parada del desayuno. Con todo, hoy ha sido más duro que de costumbre, nos hemos encontrado con más viento que en todas las escenas de Twister juntas.
En los primeros kilómetros ha habido un momento crítico cuando nos ha abofeteado las fosas nasales un tufo, tan nauseabundo como el de la carne caballo podrida mezclada con tioacetona. Si no sabéis que es esta, os vale con saber que huele tan mal que puede provocar desmayos a 500 metros (de nada por la pregunta de trivial). Resumen: que olía peor que el sobaco de Shrek.
La parada ha sido con el despertar del astro del día y hemos leído la lectura sobre el envío del Maná al pueblo de Israel. Después hemos retomado la marcha y el paso se ha acelerado, no por ánimos sino porque entre los campos y cotos que atravesábamos no paraban de resonar tiros, como si de Saigón se tratara. Por suerte, las balas se han mantenido lejos de nuestro camino y no ha habido bajas en el pelotón.
Al llegar al polideportivo donde íbamos a pasar la noche, estaba un gran numero de feligreses esperándonos, entre ellos jóvenes que irán también a la JMJ. Ya instalados, Nacho Campmany ha entrado en el baño de los hombres con cara de pocos amigos y una frase contundente: “chavales, aquí hay una rata que no se ha traído ropa y se dedica a robar pantalones”. Tras mucho rebuscar, Fer Marqués ha “encontrado” la prenda de su camarada escolar y mañana no hará falta que Nacho recurra a caminar en bañador como Jaume Morer, que últimamente lo lleva más tiempo puesto que un socorrista.
Habiendo comido y disfrutado de una merecida siesta, hemos ido a una de las 4 iglesias de esta villa. Allí hemos tenido adoración, meditación con pro-tips de Mn. Toni y misa presidida por Don Juan Manuel. La emoción del párroco se respiraba desde el primero momento. Además de los muchos feligreses que han acudido a estar junto a nosotros con el Señor. Carlos el monaguillo de la parroquia también ha venido para ayudar y estar pendiente de todo. También nos acompañaba un sacerdote que había cumplido 50 año de sacerdocio. Se había enterado de la peregrinación y no se lo quería perder. No son horas típicas para estas tierras porque a esas horas no vuelan ni los pájaros del calor que hace. Al acabar nos hemos hecho fotos con los asistentes a la Eucaristía y con los jóvenes de Don Benito que irán a la JMJ.
Por último, para compensar la desagradable sorpresa matutina y nivelar la balanza, nos han invitado a un restaurante a cenar entrecot, patatas y huevos fritos. Durante la comida Santi Salvador, Kyril Salazar y Nacho Campmany (este chaval está en todos los ajos), se han hecho íntimos amigos de 5 chavales de aquí a los que, Dios mediante, veremos en un par de semana en Lisboa. Para rematar, tertulia en medio del restaurante amenizada por los acordes clásicos de Fer Marqués. Se han sumado a los cantos muchos que estaban tomándoselo algo. Seguimos impresionados de la acogida por parte de todas personas allá donde vamos. Esta vez Julia y su hija Ana han estado super pendientes de nosotros, todo pensado para que estuviéramos lo mejor posiblemente. Y así es, nos han traído pan de panaderia para comer y nos han reservado un sitio para dormir con aire acondicionado. Que bonita es la Iglesia que es familia por allá donde pasamos.
Hasta aquí las noticias, familia. Quedan 11 noches para dormir en Lisboa, y bajando. Paz.