Crónica lunes 3 de julio
La etapa de hoy nos ha regalado los paisajes más espectaculares vistos hasta el momento. Hemos pasado por Peñíscola, donde hemos visto a lo lejos la fortaleza del Papa Luna y después hemos caminado durante varias horas junto a una playa rocosa. El mar se veía brillante, azul y limpísimo. ¡Ha sido difícil reprimir las ganas de saltar!
Hoy la etapa era larguita, 38km. Hacia el final faltaban las fuerzas, pero lo hemos solucionado con el remedio que siempre nos funciona: cantar a grito pelado. Hemos pasado un repertorio de lo más variado: no han faltado nuestros clásicos “Color esperanza” ni “Tenía tanto que darte”. La canción estrella ha sido “Una sardina, dos sardinas”, que hemos cantado durante 20 minutos sin interrupción (si es que cuando nos da por algo, somos muy perseverantes…).
El alojamiento de hoy ha sido algo peculiar: un camping lleno de niños haciendo actividades de verano, que han flipado absolutamente con nuestra llegada con la Cruz en alto. A media tarde se ha puesto a llover, cosa que no habría sido un problema de no ser porque hoy pensábamos celebrar la Misa al aire libre… Pero la solución que ha ideado mn. Toni ha sido genial: nos hemos metido todos, bien apretaditos, dentro de uno de nuestros bungalows: los 55 peregrinos en un espacio pensado para 6. Allí hemos celebrado una Misa que tenía todo el calor de los primeros cristianos en las catacumbas: algo incómodos pero muy unidos, sintiendo la fraternidad y haciéndonos conscientes de que, mientras esté el Señor en medio de nosotros, no hay dificultad que no se pueda superar.
En la meditación el mossèn nos ha ayudado a reflexionar sobre la importancia de la educación, al hilo del relato de Moisés, que fue educado exquisitamente por la corte del faraón. Nos ha animado a tomarnos muy en serio nuestra educación, no solo la académica, sino también la espiritual y la afectiva, tan necesarias para adquirir madurez y acertar en nuestras decisiones. Son temas para darles vueltas…
Esto es todo por hoy! Buenas noches, padres!!