Crónica miércoles 19 de julio
La ruta de hoy nos ha traído un cambio de paisaje muy interesante. Nos adentramos en los montes de Toledo; hemos cambiado el marrón por el verde, los campos de cultivo por el pasto y la planicie por las colinas. Hemos atravesado el parque natural del Guadiana, con su río que aparece y desaparece. La enorme extensión de verde nos invitaba a cantar la banda sonora de “Sonrisas y lágrimas”, y ha supuesto una agradable novedad ver a nuestro paso rebaños de ovejas y de vacas. Aunque también es cierto que algún pastor se nos ha enfadado un poco porque la masa de peregrinos ha asustado a sus reses…
El pueblo donde paramos hoy es pequeñito, tiene 300 habitantes, sin contar a las gallinas. La verdad es que han sido super generosos con nosotros dejándonos dormir en una caseta de las instalaciones de la piscina municipal: hemos colocado allí nuestros colchones alineados cual barracón militar, ¡y listo! Nos hemos podido bañar un rato largo en la piscina y el mossèn nos ha dejado tomar algo del bar a cada uno, ¡qué mimados estamos! Han rulado los Nesteas, las patatas bravas, las Coca-colas…
Para comer, plan premium: Josep Maria nos ha cocinado una fideuá que podría figurar en el menú de cualquier restaurante con varias estrellas Michelin. Nos la hemos tomado a la sombra de unos árboles, con un vientecillo ligero, y ha sido la gloria.
En estos últimos días, hemos estado leyendo un texto sobre la pobreza de espíritu, de Jacques Philippe. Nos está ayudando mucho profundizar en la idea de que no somos nada solos, de que todo lo que tenemos y hacemos viene de Dios. Aquí en la peregrinación lo experimentamos a diario: a menudo estamos agotados a nivel físico y mental, pero Dios nos sostiene y nos hace capaces de sonreír una vez más, de servir una vez más. Es hermoso ver que la “teoría” de la vida espiritual se hace realidad.
Ya hemos cenado y hecho un poco de tertulia; nos vamos ahora a la cama y mañana seguiremos dando vueltas a todos estos temas.
¡Buenas noches, padres!