Crónica sábado 9 de agosto
Queridos padres, madres, abuelos, amigos y resto de peregrinos,
La etapa de hoy se presentaba larga, lunga como dicen por aquí. A las tres y media de la mañana salíamos de Conselice para recorrer los 34 kilómetros que nos separaban de Faenza, nuestro próximo destino. Ha sido bonito poder despedirnos de Jesús antes de emprender la marcha, ya que el sitio donde dormíamos tiene una capilla de adoración perpetua. El día no podía empezar mejor. Como cada madrugada, hemos dedicado la primera hora de andar a la reflexión personal, que hoy giraba en torno a la idea de la fidelidad, que es un sí sostenido en el tiempo.
Un sol abrasador ha coronado la creación durante todo el día de hoy, y esto ha hecho que los peregrinos hayamos llegado a la primera parada muy cansados, pero contentos por lo compartido en el camino. Agua bien fría y unos dulces con Nutella, cortesía de Ciara, la virgen consagrada que tan bien nos acogió ayer en la parroquia, nos esperaban. Que bueno es ver que se puede ser feliz con tan poco, yendo en contra del pensamiento consumista que impera a día de hoy.
Como de costumbre, hemos descansado con la lectura espiritual, aunque hoy la parada ha sido algo más corta de lo normal, ya que la etapa era larga y nos convenía no perder el ritmo. Hoy, el Cardenal Ratzinger contaba a Peter Seewald la relación que tuvo con San Juan Pablo II. El afecto que el cardenal sentía por el Santo Padre se podía leer en cada línea, en cada palabra de su discurso. Es entrañable ver la amistad y el cariño que se tenían en Papa y el que después sería su sucesor. De la lectura de hoy podemos desgranar la importante necesidad de rezar por el Papa, palpable en las palabras de Benedicto XVI. Después de la lectura y de haber repuesto agua y cogido nuestras bolsitas de frutos secos con nueces, almendritas, pasas y demás, nos hemos puesto en marcha con el rezo del Santo Rosario.
Al llegar a Faenza, intendencia nos ha recibido con unos vasos de agua bien fría, además de con algo de limonada y algo que no esperábamos pero que nos ha alegrado sobremanera: los bocadillos de hoy no eran de pan Bimbo sino de pan de barra. Se dice por ahí que a alguno se le ha soltado una lagrimilla de la emoción. Se empieza a notar que algunos de los peregrinos llegamos más cansados que otros al destino. Hoy, por ejemplo, en el patio interior del convento de capuchinos que nos acogen, Jose ha encontrado una bicicleta y se ha puesto a dar vueltas al grito de ¡Libertad! Nuestro sherpa parece el conejito de Duracell, ¡no se le acaban las pilas nunca!
Después de un buen descanso, hemos podido rezar juntos delante del Santísimo expuesto. ¡Qué hermoso momento! Es realmente una bendición poder tener a Jesús sacramentado en el altar prácticamente a diario; nos hace sentir muy afortunados, como si fuéramos los chicos más privilegiados del mundo. Ver que en la vocación de cada uno, sea cual sea, Dios es el único que nunca falla, nos llena de esperanza y confianza. Él debe estar en primer lugar en nuestras vidas, porque solo Él puede guiarnos y sostenernos en cada paso que damos. En la homilía se nos habló de la importancia de tener confianza en el plan de Dios, tal como lo tuvieron en su momento Abraham y Sara, quienes confiaron en la promesa de Dios incluso en medio de la incertidumbre. También nos recordaron que tener a Dios como nuestro tesoro en el corazón es fundamental, porque solo así podremos vivir con verdadera alegría y paz, sabiendo que Él nunca nos abandona y siempre tiene lo mejor para nosotros.
Para cenar, hoy hemos tomado ensalada de patata y un buen trozo de carne rebozada que estaba realmente buenísima. Hoy no hemos tenido tertulia ya que estábamos realmente cansados y mañana nos espera una nueva etapa larga hasta Predappio, así que hemos terminando el día con las completas todos juntos y a la cama, acabando la jornada siempre como la empezamos, muy cerquita de Jesús y de la Virgen, que es lo más importante.