Devoción a la Virgen
CRACOVIA- CZESTOCHOWA (140 KM) – DEL 19 AL 31 DE JULIO DE 2022
El verano pasado tuvimos la suerte de realizar una peregrinación a Polonia. Era la segunda vez que hacía una peregrinación fuera de España, ya que la primera había sido a Tierra Santa, y la recordaba con cariño. Estaba emocionado y ansioso por comenzar esta nueva aventura.
La mayoría de nosotros tomamos un avión para llegar a nuestro destino, pero algunos fueron en furgonetas para transportar el equipaje y prepararlo todo. A pesar de pasar casi dos días en la furgoneta para llegar a Cracovia, los valientes viajeros mantuvieron una sonrisa y prepararon todo con gran cariño. Una vez que todos nos reunimos en el aeropuerto, hicimos una pequeña competición para determinar quién había llegado más rápido (hubo un claro ganador) y nos preparamos para iniciar la peregrinación.
Las peregrinaciones son un encuentro con Jesús y comenzar con el apoyo de la Arquidiócesis de Cracovia, quienes nos entregaron una cruz histórica para llevarla a lo largo del camino hasta el Santuario de Częstochowa, y presentarnos a un equipo de guías que nos acompañarían, fue una experiencia emocionante. Nuestro amigo Pawel, un polaco que conocimos en la JMJ de Polonia, nos puso en contacto con la archidiócesis y nos ayudó a gestionar toda la peregrinación, además de ser nuestro traductor.
Durante la peregrinación, seguimos la rutina habitual de caminar temprano, antes de que saliera el sol. Era difícil levantarse tan temprano, pero a medida que pasaban los días, me di cuenta de que ofreciéndole al Señor todas esas pequeñas cosas que me costaban tanto, todo se hacía más llevadero. La primera hora de caminata era en silencio, lo que ayudaba mucho a orar durante el camino. Al principio, me resultó difícil guardar silencio durante una hora, especialmente porque me considero una persona que habla mucho. Sin embargo, logré mantenerme en silencio (algunos días mejor que otros) y meditar junto al Señor durante ese tiempo de peregrinación. Además, durante el camino leíamos una serie de lecturas en el descanso, entre ellas una carta que leíamos cada día, supuestamente escrita por San Juan Pablo II, la cual era muy cercana y trataba sobre nuestro día a día de peregrinaje.
Una vez que llegábamos a nuestro destino diario, dormíamos en los lugares que nos proporcionaba la gente local. Me impresionó mucho la hospitalidad de los polacos a lo largo de toda la peregrinación. Se notaba que era un país donde Dios estaba muy presente, gracias en parte a los grandes santos recientes que habían tenido.
Cuando llegamos a Częstochowa, fue una experiencia inolvidable. Recuerdo que entramos cantando a pleno pulmón al santuario y fuimos directamente a los pies de la Virgen de Częstochowa para dejar todas nuestras intenciones, con las que habíamos cargado a lo largo de toda la peregrinación. Después de disfrutar un merecido helado, pudimos seguir con la bonita tradición de dar las buenas noches a la virgen en el santuario de Częstochowa en Polonia. Al día siguiente, algunos de nosotros madrugamos para dar los buenos días a la virgen, lo cual me impresionó mucho al ver tanta devoción hacia ella. Más tarde, visitamos el santuario con un guía que nos explicó los detalles históricos y arquitectónicos. Durante el resto de la peregrinación, vivimos una experiencia única al alojarnos con familias polacas de la parroquia de Pawel en Cracovia, quienes nos trataron con mucho amor y preocupación como si fuéramos sus propios hijos.
Durante la peregrinación, visitamos la casa de San Juan Pablo II y recorrimos su vida desde su nacimiento hasta su muerte. Me impactó su capacidad para fortalecer su fe en momentos difíciles, como durante la Segunda Guerra Mundial. Fue una experiencia única ver cómo Polonia, un país fuertemente golpeado por la guerra, pudo mostrar tanta fe y ser testigo de grandes santos y santas como San Maximiliano Kolbe y Santa Faustina Kowalska. La visita a Auschwitz fue una experiencia dura pero importante para comprender que, incluso en medio del dolor, Dios puede estar presente y manifestarse en los santos y mártires que sufrieron allí.
Finalmente, al regresar a casa, sentí la responsabilidad de transmitir lo que había aprendido y vivido durante la peregrinación a mi entorno cotidiano. Quería mostrar el amor a Dios que había experimentado y hacerlo presente en mi vida diaria con mi familia, amigos y compañeros de universidad.
NACHO C.