Lectura Domingo, 6 de agosto
Querido peregrino,
Hoy es el día definitivo, el culmen de la JMJ y de todo tu peregrinar. Hoy asistirás a la Santa Misa con el Papa Francisco, escucharás sus palabras, el mensaje que Dios tiene para los jóvenes de hoy. Si lo piensas fríamente, ¡todo el camino lo has hecho con vistas al día de hoy! Cuarenta jornadas de peregrinación para llegar a la de hoy. A lo mejor te entra el desánimo y sientes la tentación de pensar “¿Ya está? ¿Era esto, nada más? ¿Aquí se acaba todo?” Puede parecerte absurdo este final, pero déjame que te cuente mi propia experiencia.
Cuando mi pueblo pisó la Tierra de Promisión, esta estaba habitada por muchos pueblos. Era necesario enfrentarse a ellos porque Dios había previsto que ese lugar fuera para Israel, porque allí había de nacer el Mesías, muchas generaciones más tarde. Así que lo que parecía la culminación de un camino, era en realidad el inicio de otro. No llegábamos a Canaán para estar allí, sin más. Llegábamos y teníamos que ganar esa tierra, mostrando a los pueblos paganos que un Dios Todopoderoso estaba a nuestro lado.
No sé si te sirve esto para entender tu situación de hoy. Has llegado a la Misa final, pero no para “estar y punto”. Ha llegado para conquistar. Sin embargo, hay una gran diferencia entre tu situación y la de mi pueblo: tu conquista no está orientada a habitar una tierra concreta, sino la patria definitiva, el Cielo. Ese es el verdadero fin de tu vida, aquello para lo que has sido creado. Cuando Dios te pensó, cuando te puso en el seno de tu madre, Él dijo “eres mi hijo, y quiero que estés conmigo para siempre”. Nacemos para no morir nunca, nacemos para vivir eternamente y gozar del Amor de Dios sin límites.
Por eso, tiene sentido que te preguntes, ante cada decisión que debas tomar: ¿esto me acerca al Cielo? ¿Me lleva en la dirección adecuada? ¿Estoy siguiendo el plan amoroso que Dios tiene para mí? Porque debes saber que el demonio quiere tentarte, te quiere para sí, no soporta la idea de que Dios te regale una eternidad junto a Él. Pero tú luchas con las fuerzas del Cielo, que está empeñado en que lo consigas. No tengas miedo, estás en el bando ganador. Dios no pierde batallas. De la misma manera que cayeron los muros de la ciudad de Jericó cuando los israelitas invocamos la ayuda del Altísimo, así caerán los muros del pecado, de la debilidad y del egoísmo.
Querido peregrino, no sé si te has dado cuenta de que hoy es 6 de agosto. Me parece que más bien no… ¡Hace muchas semanas que no sabes en qué día vives! Pues yo te ayudo a situarte: esto quiere decir que hoy celebramos la Transfiguración de Jesús en el Tabor. ¿Te acuerdas de este episodio de la vida de Jesús? El Señor emprende por última vez el camino a Jerusalén, después de anunciar a sus discípulos que allí lo matarán. Aunque les ha anticipado también su Resurrección, Jesús sabe que los apóstoles sufrirán enormemente en el momento de la Pasión, que perderán la fe en Él y se dispersarán llenos de miedo. Por eso decide hacerles un “regalo”, mostrarles cómo será el Cielo, decirles que vale la pena que Él sufra la Pasión para abrirnos las puertas del Paraíso.
Por eso, de camino a Jerusalén, sube con tres discípulos (Pedro, Santiago y Juan) a una montaña y allí, entre Elías y nuestro querido Moisés, se transfigura delante de ellos: su cuerpo y sus vestiduras se vuelven blancos y resplandecientes, y la sensación de felicidad que experimentan los discípulos es tan grande que le dicen lo siguiente: “Qué bien se está aquí, hagamos tres tiendas”. ¡No quieren bajar! Así mismo nos sentiremos cuando estemos en el Cielo, ¡seremos absolutamente felices al lado de Dios!
Esto que sientes hoy en la JMJ puede ser un pequeño reflejo de la felicidad que nos espera en el Paraíso. El “subidón” de ver que hemos logrado nuestro propósito, la alegría de saber que somos tantos y tantos jóvenes los que buscamos y amamos al Señor, la paz interior por habernos reconciliado con Él, quizás tras mucho tiempo de alejamiento… ¡Qué bueno es Dios, que nos ha regalado en este verano tan especial tantos y tantos momentos de Cielo en la tierra!
Josué