Lectura Lunes, 7 de agosto

Lectura Lunes, 7 de agosto

Querido peregrino,

Hoy subes al autocar de vuelta a Barcelona y te dispones a dormir durante largas horas. ¿Tienes la sensación de que esto se acaba? Déjame que te cuente un secreto: esto acaba de empezar.

Acaba de empezar porque tú eres una persona nueva. En estas largas semanas te has conocido mucho mejor a ti mismo: sabes de tus debilidades, dónde “te aprieta el zapato”, has identificado con claridad los pecados que te acechan. También has descubierto una fortaleza que no sabías que tenías, te has hecho capaz de seguir caminando con dolor, incluso de llevar las cargas de otros, socorriendo a los que estaban aún más cansados que tú. ¡Todo esto no lo sabías antes de empezar la peregrinación! ¡No habías descubierto estos tesoros de tu interior!

Esto acaba de empezar, repito, porque has conocido y reconocido al Señor en tu vida. Porque has visto los milagros que Él hace en ti, has visto su gracia actuando de verdad, cambiando tu corazón y el de tus amigos. Porque has aprendido a mirarte como te mira Dios: como un hijo amadísimo, valiosísimo, al que un error en el camino no le quita su dignidad ni su futuro.

Que la vitalidad con la que regresas a lo ordinario dé un nuevo impulso a tu vida. Que los pilares sobre los que te has apoyado en esta peregrinación sean los de tu existencia entera: oración, fraternidad, espíritu de sacrificio y entrega. Cuando te encuentres con una dificultad en los estudios o en la familia, piensa en todos los baches que has superado desde el primer día de peregrinación y a lo largo de los cuarenta días. ¡Tú puedes con todo! Y no porque seas un superhéroe, sino porque tu fuerza está en el Señor. “Todo lo puedo en Aquel que me conforta”, dice san Pablo en una frase magistral. Nuestra fortaleza es prestada. Él nos llevará a buen puerto, al final del camino, como hizo con el pueblo de Israel.

Si te das cuenta, la historia de tu vida está contenida en las páginas del Éxodo. El camino por el desierto es tu propio camino. Momentos de cansancio, calor, desánimo… Momentos de hastío, de desconfianza en el Señor, de murmuraciones contra sus planes que no entiendes… Y momentos de luz, de revelación de Dios, de agua que brota de las piedras y maná que baja del cielo para saciarte. El Señor te ha conducido a través de todas estas luces y sombras, no te ha abandonado. Y al final del camino, la victoria. No la conquista de una tierra, sino la conquista de tu libertad.

¿Has estado cuarenta días sin móvil, sin redes sociales? Dios te ha liberado de la superficialidad. ¿Has estado cuarenta días sin caprichos, sin comodidades, sin compras? Dios te ha liberado de la dependencia material. ¿Has estado cuarenta días sirviendo a tus compañeros de ruta a pesar de tu propio cansancio? Eres libre de egoísmo. ¿Has estado cuarenta días recibiendo la Eucaristía, haciendo oración, rezando el Rosario? ¡Eres libre, el maligno no se atreve a acercarse a ti!

¡Celébralo! ¡Eres libre, hoy y por siempre, con la libertad de los hijos de Dios! Este es tu tesoro más grande, no dejes que nada ni nadie te lo arrebate. Agárrate bien fuerte de la mano del Señor y dile que no te abandone, que quieres vivir para siempre a su lado y gozar de esta libertad. Agárrate también fuerte a los medios que el Señor te proporciona para serle fiel, especialmente la parroquia. Allí te encontrarás con tus hermanos y os sostendréis mutuamente en la fe. Los lazos que habéis creado en estos cuarenta días no se debilitan fácilmente. Cuidadlos con cariño, alimentadlos y recorred juntos, entre sonrisas y canciones, el camino que lleva hasta el Cielo.

Me despido de ti, querido peregrino, con las palabras que han sido lema de la JMJ de este año: “María se levantó y partió sin demora”. ¡Ahora te toca a ti! Levántate y parte, parte hacia tu familia, hacia tus amigos, hacia toda la humanidad. Ellos te esperan: llévales el amor de Dios, llévales la libertad que has conquistado en este camino.

Josué

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