Encuentro directo

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Etapa Fraga-Candasnos, 27 de Juliol de 2021

BARCELONA - EL PILAR (320 KM) – DEL 20 AL 31 DE JULIO DE 2021

Toda peregrinación implica la renuncia a cualquier tipo de comodidad. O así lo aprendí yo camino hacia el Pilar. Es una renuncia a todo aquello con lo que estamos acostumbrados y hasta muchas veces despreciamos. Una buena cama con su almohada, una ducha larga y caliente o incluso el gustazo de una copiosa comida. Y quién diría que, aun así, peregrinar es mucho más fructífero que cualquiera de estos momentazos, porque es un encuentro directo con Él y en Él.

Peregrinar significa renunciar a ti mismo para servir al otro. Significa ver en la debilidad y el dolor del otro a Cristo resucitado. Es ver, oír y sentir con los ojos de Dios mismo. Por Él y para Él, dejando de lado todo tipo de egoísmo.  Y cuando el cuerpo decida que no puede continuar, la mente gritará: Siempre puedes dar un paso más. Señor, Sagrado corazón de Jesús, en vós confío.

Así mismo sucede cada mañana, a las tres o cuatro, cuando nos despertamos para ir a caminar. Sabemos que un día duro se acerca y, aun así, recogemos nuestras cosas con la mayor rapidez y ligereza posible ofreciendo cada acto por todos los que dejamos al inicio de nuestro viaje.

Caminamos con la incertidumbre de no saber qué sucedía en Barcelona, sin saber qué nos encontraríamos al llegar al Pilar, pero con la confianza de que todo era parte de los designios de Dios. Y entre lágrimas, aunque parezca mentira, cada pasito costaba menos.

Era sorprendente, a la vez, la capacidad de asombro con la que peregrinábamos. Todo lo ordinario adquiría ese tono sobrenatural del que Todo lo Puede. Salíamos en silencio, ofreciendo todo nuestro día y cansancio, para ver la luz del amanecer y contemplarla. Cada sombra del camino era un nuevo regalo entre los kilómetros que quedaban y el ánimo se recuperaba entre canciones y juegos varios.

Fue el llegar al Pilar lo que más sorprendió. Ese sentimiento de ¿y ahora qué? Con la sensación de querer seguir andando, por mucho que los pies doliesen o tuviésemos ganas de coger una cama. Es verdad, ¡luego tuvimos la tentación de competir a ver quién había hecho más horas durmiendo! Pero al fin y al cabo todo eso eran nimiedades sabiendo el gran esfuerzo y recompensa que nos habíamos llevado tras doce días: el contemplar a la Virgen del Pilar rodeada de nuestros cantos y alegrías.

Pero esa peregrinación no acabó en el Pilar. Cada uno de nosotros arrastra aprendizajes y lecciones hasta el día de hoy. El trabajo ya no es tan arduo, si recordamos esos días de 40 km caminando. O dormir al menos ocho horas ya no es tan importante como antes.

Ahora, cada día, es un nuevo comienzo de peregrinaje. Las quejas ya son inútiles, así como las lamentaciones. Porque como digo, ya todo es por Él y para Él. Y con Él la vida es mucho más bonita.

                                 ISA G.

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